Siempre he comparado la vida y el amor con un tablero de ajedrez. Cada ficha que movemos influye en el final de la partida. Si no juegas bien tus cartas lo más probable es que sin darte cuenta acabes con tu rey arrinconado ante un jaque. Pierdes. Pero hay algo peor que perder y es acabar en tablas, porque eso significa que ninguno de los dos contrincantes se ha atrevido a arriesgar lo suficiente para conseguir la victoria. Pues yo soy de esos que viven su vida en un empate continuo. Claramente, un cobarde.
Ainhoa, así se llama la reina de mi tablero. Nos conocimos siendo tan pequeños que no recuerdo con claridad en qué momento justo me enamoré de ella. Me encandiló desde que la vi entrar en clase arrastrando su mochila verde, sin prisa, deleitándose al contemplar a todos sus compañeros, que como yo, la mirábamos intrigados. Siempre era emocionante un nuevo alumno que se incorporaba a mitad de curso. Uno se preguntaba de dónde era, cómo había acabado aquí, si era simpático o el típico abusón. Lo normal cuando tienes 8 años.
-¡Hola¡- dijo con una voz chillona.
-Hola- contesté tímidamente, al darme cuenta de que se había sentado a mi lado.
-Me llamo Ainhoa, ¿y tú?
-Jo… Joooo... Jorge- titubeé.
-¿Quieres ser mi amigo?
-Vale. Te gusta jugar al escondite, ¿podíamos jugar en el recreo?
-Vale...
Desde ese día no volvimos a separarnos. Éramos los mejores amigos, de esos de los que se cuentan todo, desde la película que vieron la noche anterior hasta los deseos y anhelos, los sueños y el futuro. Los años fueron pasando y con su paso nuestra amistad crecía y se afianzaba con fuerza. Inamovible o eso creía yo.
-Jorge, creo que de mayor seré profesora- me dijo un día
-¿En serio? En el pueblo no puedes estudiarlo. ¿Te irás?
-Supongo que sí, aún no lo sé, pero quiero enseñar, de eso estoy segura. Quiero ayudar a los niños a descubrir lo maravilloso que puede llegar a ser el mundo.
-Siempre has sido una idealista, pequeña. Yo no sé que quiero ser de mayor, ni si seguiré en este pueblo o me iré. No lo sé.
-No me llames pequeña, recuerda que aún puedo darte una buena paliza si me lo propongo- bromeó guiñando uno de sus ojos, recordándome las peleas que habíamos tenido de pequeños cuando no conseguía que yo hiciese lo que ella quería.
-Perdóname por favor- contesté levantando mis manos en señal de rendición, sin saber que realmente ya me hallaba rendido ante ella.
Cuando cumplimos 18 años, empecé a darme cuenta de que era algo más que una amiga, pero al mismo tiempo un miedo atroz se apoderó de mí. No sabía si lo que empezaba a sentir era amor o simplemente confundía nuestra amistad con algo más, pero cada día necesitaba más y más su presencia, sus abrazos, su cariño… la necesitaba a ella en mi vida. Por eso nunca fui capaz de decirle lo que sentía, incluso cuando ella sí lo hizo. Temía que su reacción no fuese la que yo esperaba y se fuese para siempre de mi lado. Me conformaba con tenerla como amiga, antes que perderla. La quería demasiado.
Ese mismo año nuestras vidas se separaron de la peor forma que podría haberlo hecho y todo por mi culpa. Por mi cobardía. Habíamos acabado nuestros estudios en secundaria y era el momento de volar fuera del nido en busca de nuestro destino. Ainhoa se había matriculado en la Universidad y se mudaba a Barcelona. Yo había decidido hacer lo mismo pero mi carrera solo se impartía en Madrid. Después de más de diez años juntos, ahora nos separarían cientos de kilómetros y quizás ella conociese a nuevos amigos y al final se olvidase del chico con el que jugaba todas las tardes en la plaza del pueblo que dejaba tras de sí. Sólo imaginármelo me dejaba sin respiración, tenía que decirle que la quería, más incluso que a mi propia vida; tenía que decirle que ella y solo ella era el lugar donde quería estar, que nada más daba sentido a mi existencia ¿Pero cómo?
A la mañana siguiente la acompañé a la estación de tren para ayudarla con su equipaje y así despedirnos hasta las vacaciones de Navidad. Se lo diría antes de que ella subiese al tren.
-Gracias Jorge por ayudarme con esto. Sé que aún tienes que preparar tus maletas y yo te entretengo con mis cosas
-No importa pequeña- dije. De pronto su mirada cambió y se tornó triste
-No te imaginas lo que echaré de menos oírte llamarme pequeña
-Ya será para menos, no me digas que ahora te gusta que te diga pequeña. La última vez me diste una colleja y ahora lo vas a echar de menos. Déjame que lo dude- bromeé.
-No seas bobo, claro que voy a echarlo de menos… ¿No te das cuenta de nada verdad? No lo ves- dijo entre susurros
-¿Qué quieres que vea? Ainhoa niña creo que no te sigo
-¡¡Que te quiero, tonto… que estoy enamorada de ti¡¡
Ainhoa acababa de decir lo que yo más deseaba oír en este mundo, pero me quedé callado. Me quedé inmóvil ante ella sin decirle absolutamente nada, viendo como mi silencio la hería; viendo como sus ojos escrutaban los míos en busca de una respuesta, pero mi cobardía dominaba mi ser sin permitirme gritar a los cuatros vientos que yo sentía lo mismo.
-¿No vas a decirme nada? Acabo de declararme y tú te quedas ahí callado como si nada. Dime algo por favor
Pero seguí callado, incluso cuando su tren abandonaba la estación con mi pequeña en uno de sus vagones, llorando desconsolada, yo seguía paralizado en el andén intentando decirle que yo también la amaba.
Al principio, durante los primeros años, ambos nos esforzamos por mantener esa relación de amistad, intentando darle la vuelta a esa máxima que dice que la distancia es el olvido. Sobre todo durante los primeros años y debido a que coincidimos poco en el pueblo, ya que ambos aprovechábamos las vacaciones para hacer cosas que durante el curso no teníamos oportunidades de hacer, nos escribíamos largas cartas en las que nos contábamos muchas de las cosas que iban sucediendo en nuestras vidas, ahora separadas por un sinfín de kilómetros, las nuevas amistades que íbamos conociendo, el esfuerzo que suponía estar fuera de la casa y de los amigos...
Sobre todo Ainhoa era la más dispuesta a luchar por mantener el contacto y yo me dejaba llevar, limitándome simplemente a responder, sin tomar nunca la iniciativa, como prisionero de mi mismo, en la cárcel del corazón. Muchas veces me resultaba absurdo contarle cosas tan insignificantes como los trabajos de prácticas que tenía que realizar, la cantidad de exámenes que me habían puesto o el concierto al que había asistido el fin de semana, cuando en realidad lo que me apetecía decirle era lo importante que era para mi y lo mucho que la extrañaba cada día en cada atardecer y en el primer pensamiento de todas las mañanas que era para ella.
Durante todo ese tiempo, los sentimientos vivieron su propio proceso y es que no se puede borrar de la memoria y tapar las huellas del corazón de alguien que durante tanto tiempo lo ha llenado todo. Intenté canalizar de la mejor manera posible mis sentimientos, procurando evitar que se convirtiera en una carga insuperable. Durante los primeros años en la universidad tuve relaciones esporádicas con algunas compañeras, pero duraban poco tiempo. Inevitablemente siempre aparecía de alguna manera la sombra de Ainhoa y no es que fuera ella el motivo de que ninguna de esas relaciones se consolidara, sino que simplemente nadie me llenaba como lo hacía ella. Así que no había ni un sólo día en el que no hubiera un pensamiento dedicado a ella; un recuerdo, una fecha, una situación y como no, la duda de cómo hubiesen sido las cosas de haber sido consecuente con sus sentimientos y haberle dicho lo que realmente sentía por ella.
En uno de los viajes que hice a Turquía durante las vacaciones de Semana Santa del primer año que estuve fuera de su casa, hice una especie de diario con la intención de enseñarle con mis ojos todo lo que ella no podía ver. Cada una de las fotos que me hice era como si le estuviera mirando directamente a ella y en cada una de las frases que escribía cada noche cuando llegaba a la habitación del hotel, tenía un tono de melancolía, de añoranza, de espera y de deseo de compartir. Cuando me di cuenta, había completado casi 20 hojas del cuaderno de hojas cuadriculadas de papel reciclado que había llevado y en la que al final de cada día me despedía con un ( tk ), así de esta manera, como si lo dijera muy bajito. Cuando llegué de nuevo a Madrid, revelé las fotos (siempre habíamos estado de acuerdo en que no había nada mejor que una buena foto en papel) y empecé a escribir la carta para enviarle las fotos y el diario. Al final nunca terminé la carta, porque no me ponía de acuerdo conmigo mismo sobre los términos precisos que debía emplear. Y allí permaneció durante mucho tiempo, rodando por mi escritorio, como esos cuadros que se empiezan y luego se quedan en el caballete sin rematar durante muchos años hasta que se terminan arrinconando.
Pero mis sentimientos no se arrinconaron, porque de alguna manera siguieron vivos, aunque poco a poco, casi sin darme cuenta, se hicieron menos intensos, devorados por el día a día y la falta de alimento con el que se renuevan las emociones. De esa manera se fueron espaciando cada vez más las cartas y con el paso del tiempo y las obligaciones laborales, las oportunidades de encontrarnos por fechas señaladas en el pueblo también fueron siendo más escasas.
De esa manera fue pasando el tiempo, los años. En una de las cartas que me había enviado Ainhoa me decía que se había volcado en los estudios. Realizó primero la carrera de Magisterio y después de aprobar las oposiciones, continuó los estudios de Psicología, especializándose en un Master sobre “Conflictos escolares y desarrollo socio personal”. Yo al final terminé las asignaturas que había ido arrastrando y me hice con el título de veterinario, montando con un compañero de estudios una pequeña consulta en un barrio al sur de Madrid. Dos veces por semana acudía al centro a realizar algunas tareas como voluntario en una ONG sin ánimo de lucro y sin afiliación política ni religiosa, que llevaba a cabo una importante labor en defensa de los derechos de la infancia en los países en vías de desarrollo.
En uno de esos días que estaba en el local llegó entre las cartas un cartel publicitario sobre un Congreso que se iba a celebrar sobre “Convivencia y superación de conflictos en la infancia”. Aunque no tenía nada que ver con mi profesión, todos los temas relativos a los derechos de los niños me provocaban un interés especial, así que anoté la fecha en la agenda y al día siguiente hice la inscripción desde el trabajo.
Lo había organizado todo para que aquel viernes pudiera romper el hábito de ir como cada día al trabajo. Me levanté con tranquilidad, con una sensación de bienestar debido a ese privilegio de disfrutar de un día libre, desayuné en una de las cafeterías del Paseo de Recoletos y me dirigí despacio bajo aquel sol tibio al Hotel Intercontinental donde a las diez empezaba la primera conferencia.
Después de informarme de los lugares donde tenían lugar las actividades y recoger la documentación, entré en uno de los salones de la planta baja que estaba repleto de gente. Ya había empezado la conferencia y una luz tenue iluminaba la sala, centrando la atención los asistentes en una pantalla lateral sobre la que se iban desglosando los distintos apartados de un gráfico alfanumérico. Encontré un sitio libre en la última fila e intenté concentrarme en los datos que aparecían reflejados en la pantalla, referidos a porcentajes de niños escolarizados a nivel mundial. De repente reparé en la voz de la conferenciante, una voz grave, cadenciosa, apaciguada y envolvente, que se fue apoderando de mí, llevándome a un terreno que nada tenía que ver con la exposición. Porque hay voces que tienen un poder de hipnosis, de fascinación irremediable que te dejan desarmado y solamente te queda fuerza para seguir fielmente cada sonido, cada palabra, cada frase, cada sensación. La conferenciante siguió con su discurso pausado, adentrándose en el terreno de la convivencia escolar, señalando que uno de cada cuatro estudiantes es acosado por sus compañeros de colegio. Yo ya en ese momento hacía verdaderos equilibrios para no perder el hilo de la exposición, ya que aquella voz me hacía viajar continuamente a otros tiempos, a otra realidad. La conferenciante se mostraba segura y contundente, manejando perfectamente la situación y demostrando un conocimiento profundo del tema. Terminó la presentación señalando que las secuelas de los niños acosados tienen repercusión en la edad adulta y que estas personas serán más vulnerables en el plano personal y laboral.
Un atronador aplauso y unas palabras de agradecimiento de la moderadora, al tiempo que se iluminaba paulatinamente la sala, me confirmó que eran ciertos mis presentimientos. Allí estaba Ainhoa al final de la sala, detrás de la mesa, con una sonrisa cálida de agradecimiento. Seguí sentado en la butaca, sintiendo ese sudor frío en las manos, el pulso acelerado cabalgando sobre todos los recuerdos y todas esas historias que tienen que ver con los trenes que pasan por tu vida latiendo como ecos de la memoria de forma incansable. Poco a poco la sala se fue despejando, después de que algunas personas se acercaran a la mesa para felicitar a la conferenciante, intercambiar unas breves palabras o una tarjeta personal.
Yo seguía quieto, con esa sensación de estar en una encrucijada, como si tuviera que cantar una canción sin partitura, sin saber por dónde empezar, dudando sobre qué pieza mover en el tablero. Me daba cuenta de que me encontraba ante otra jugada decisiva, quizás también definitiva. Pensaba que esa manera de protegerme renunciando a todo compromiso por querer que todo fuera perfecto, me negaba la oportunidad de ser yo mismo, porque no todas las partidas tenían que terminar igual, ni tenía porque llevar siempre el hielo en el alma por el riesgo de equivocarme, ni por lo que pudieran pensar los demás.
Respiré profundamente y me dirigí directamente a la mesa, donde la conferenciante recogía y ordenaba sus papeles y los colocaba en la cartera de piel marrón. Cuando estaba a la altura de la primera hilera de butacas Ainhoa levantó la vista y sentí como su gesto se contraía, probablemente extrañada por mi presencia. Le sonreí en un intento desesperado de llenar el espacio que aún quedaba entre los dos. Le cogí por el antebrazo y nos dimos dos besos tímidos que me supieron a exquisita formalidad. Ella seguía como impresionada y después de un instante de silencio abrasador, pronunció mi nombre, que surgió de dentro de una leve sonrisa, como si en un momento pasara por su mente la película de media vida
-Jorgeee, que sorpresa
-Ya ves, el destino a veces también se pone de nuestra parte.
-Sin duda, a veces suceden cosas que ni se podrían imaginar
-Bueno… puede ser también que la vida fuerce las posibilidades más allá de lo realmente posible, para que hoy tú y yo nos encontremos aquí…
Ambos reímos, ya de una manera más cercana. Salimos de la sala comentando cada uno las circunstancias que nos habían llevado a ese lugar y que de nuevo nos unía. Terminamos en una mesa de la cafetería del hotel, porque para los dos todo el interés del Congreso se había sintetizado alrededor de aquella mesa. Nos contamos cosas de nuestros trabajos, de cómo había ido pasando el tiempo, descosimos algunos recuerdos y anécdotas del pasado y llegamos inevitablemente al día de la despedida en la estación de tren. La conversación se fue haciendo más cálida, sorteando esa distancia que en muchas ocasiones hacía que me colocara en un plano alejado, detrás de un muro infranqueable para no correr riesgos, pero en esta ocasión presentía que las piezas del tablero se habían colocado a favor para ofrecerme una buena jugada. Mientras, yo seguía dándole vuelta a los trenes de la vida, valorando la posibilidad de decirle esta vez la verdad. Decidí que no quería volver a perder otra vez el tren, ni arriesgar la partida de la vida.
Le cogí la mano suavemente y mirándola a los ojos le dije:
-Ainhoa, no se que pasará en el futuro; tampoco quiero saberlo para que no deje de interesarme. Lo único que se, es que aquel día que te fuiste, mi corazón marchó contigo y que no ha habido ni un sólo día en el que no haya querido tenerte cerca. No logre quitarte de mi vida, pero es que tampoco lo intenté. He estado en jaque todos estos años; si te vuelvo a perder otra vez, será mi jaque mate
Y ella, simplemente me sonrió…
Beker&Seo.
42 comentarios:
Hoy os dejamos disfrutar con un gran relato de dos grandes... Beker y Seo
Saludos
En el amor te pueden hacer mate, pero no creo que el amor sea como una partida de ajedrez, en el amor no deben haber estrategías, no se usan torres ni alfiles, al menos mo lo veo así, es un tu y yo y punto...cuando los personajes del alrededor se mueven, entonces es más interes que amor.
Estupendo relato Becker&Seo.
Un saludo matutino
A veces quedar en tablas en el ajedrez no es sinónimo de cobardía si no de igualdad de fuerzas.
Abrazos.
El amor, la fuente de la vida, la fuente de la muerte. Vida y muerte, ambas parte de nuestra vida...entonces, ¿por que no amar, aunque amar nos cueste la vida?
Hola cielo que precioso realto me encanto una maravilla
un beso y feliz semana
Estupendo relato. Mi más sincera enhorabuena a los autores. Os ha salido un redondo de principio a fin.
Un abrazo
Ni un beso ni nada!!! que final mas seco!!1 jjajaja. muy bueno el relato.
Un beso y buena semana
Felicidades por vuestro relato.
El amor no debería ser una partida de ajedrez, pero si lo fuera, las tablas sería lo mejor, porque ambos quedaría en igualdad.
Un beso
Creo que las tablas es la mejor poesiciónde l ajedrez en el amor...
Un relato excelente!
UN abrazo.
Es un texto precioso.
El miedo nos hace perder tantas oportunidades y la valentía nos hace equivocarnos tanto.
Un besazo
Precioso relato y estoy de acuerdo con dos comentarios, el primero que para el amor no sirven las estrategias sino la razón del corazón y si se transforma en un juego de ajedréz y quedan en tablas será que ambos han hecho lo mejor por ello y es fuerza no cobardía.
Hermoso!
Besitos a ambos.
Por fin una historia con final feliz
ummmmmmmmmmm q bien
muakkkkk
Me encantó y emocionó, creo que habéis sabido complementaros mutuamente a la perfección.
Besos.
Mis más sinceras felicitaciones a los dos, un relato maravilloso. Me cautivó de principio a fin. Sois grandes niños.
Besos.
muchas gracias a todos por los comentarios.me alegra que os haya gustado,yo como siempre no las tenía mucho conmigo aunque beker le dio su puntito jejej
un beso
El amor es una apuesta donde se debe de jugar todo...Excelente relato
Felecidades besos
Felidades a los dos!!
El relato os ha quedado precioso, lleno de amor, de pasión..
Sabeis que me encanta como escribiis, tanto mi amiga Seo, a la que adoro por su secillez, su fluidez escribiendo, y a Beker, por sus palabras, sus maravillosos relatos.
De verdad, me ha emocionado!! Un placer venir siempre a leeros a tod@s
besos y abrazos de vuestra niña gallega
sara
Un relato muy bien hecho. Me gustó mucho, felicitaciones a los dos.
Saludos cordiales,
Hasta pronto, besos.
Ufff, ¿sabeis?, me ha enganchado la historia.., supongo que habra una segunda parte,no?....
Un besazo para los dos.
Os pedimos disculpas, por un error, no se puso el título elegido del relato por los autores.
Saludos
Les agradecemos los comentarios tan interesantes que han ido dejando; para mi particularmente ha sido toda una experiencia positiva este trabajo conjunto con Seo. Un abrazo para todos/as
Fliparrrrrr me he quedado con tu post!!!, me ha gustado descubrirte...
besotes de esta peke.
pd. te espero por mi rincon con tu taza de cafe, siempre que quieras...
Mis felicitaciones para ambos por este maravilloso relato..mueven blancas y que comience el juego.
Besos para los dos.
Morgana
El miedo nos vuelve cobardes y el junto al silencio hacen una pareja muy dificil de sobrellevar.
un relato magnifico, nadie dijo nunca que el amor fuera facil verdad?
besos
Es una historia de amor tan sencilla como preciosa. El relato es directo y llega desde el primer momento.
Felicitaciones a los escritores porque lo habéis bordado.
Un abrazo.
Lindo relato.
Me ha sorprendido el final.
Besos.
Abrazos a ambos!!! es muy pero muy bueno.... Grandisima imaginacion!
Que bonito... y ese final, verla sonreir con un sí en sus ojos.
ME encanto!
QUE BONITO...PARECE QUE PARA ALGUNAS PERSONAS SI QUE EXISTE EL AMOR.. OJALA ALGUN DIA ME SIENTA LA "AINOHA" DE ALGUIEN...
Conozco de jugadores de ajedrez!!!!!!!!! Si se toma como un juego es maravilloso, pero si es una estrategia que se usa para encarar la vida, no me prendo!!!!!
un abrazo!
Puffffffffff me he quedado sin palabras y llorando a mares. Que hermoso relato. El tablero de la vida, casualidad, causalidad, destino, almas gemelas… como lo queramos llamar, pero nada como tener la dicha de encontrar a ese ser que nos colma y del que no podemos prescindir jamás. La distancia es como el viento que apaga fuegos pequeños, pero enciende aquellos grandes. Se nota claramente que nada puede separar a los que se aman con el alma, el espíritu, el cuerpo y la pasión.
Sencillamente hermoso. Felicitaciones a ambos.
muchas gracias a todos por pasaros y leernos. me alegra que os haya gustado
un saludo
No sé, me suenan tanto los detalles de la historia. Es tan familiar para mí estar en jaque, que bien podría haber contribuído a escribir algunas partes del relato. Me ha gustado mucho :D
Enhorabuena, fantástico relato, mover ficha? Cuando todo esta bien, se sigue el camino, sobre todo el del amor, es único.
Abrazos
Mis felicitaciones por tan espléndido relato. Me ha encantado.
Un abrazo
Que bonito relato....
Felicitaciones!!!
Gran relato, desde luego, no podía ser de otra manera. Felicidades a ambos
Saludos
hola me ha encantado tu blog :)
un besazo de Cora
Tableros y despedidad de tren...y al final sonrisas, como un sueño de vida.
Un Beso
Beker&Seo
Excelente relato!!! Es una novela de amor preciosa. De veras me emocionaste y senti tu amor dentro de mi!!!
Sublime, la distancia no importa para un amor de siempre
Felicidades a los dos.
Abrazos
Felicitaciones para ambos, un hermoso relato el que nos habeis acercado.
El silencio a veces no se puede interpretar, se necesitan palabras, gestos, sobre todo cuando se hablan de amor
El silencio en la estacion, en una declaracion de amor, mejor que te devuelvan la sonrisa.
Un abrazo
Precioso relato... El amor es el motor que mueve el mundo... sin amor, la vida no tiene sentido. Si tu corazón se fue con ella, seguramente que algo de e lla se quedó contigo. Puede ser ficción... o realidad, si fuera ésta última, ¿Por intentarlo?... Un besito. Ser felices.
Publicar un comentario