lunes, 5 de abril de 2010

La cita.



Corría… Corría tan rápido que el sonido de los latidos de su corazón, ensordecía todo lo demás...Todo lo demás, menos ese grito desgarrador que la hizo abandonar aquella casa y adentrarse en el bosque.
La niebla cada vez se hacia más densa, sus piernas estaban llenas de heridas, sin fuerzas, de las veces que había caído al suelo, tratando desesperadamente de seguir avanzando entre la maleza. Su cara estaba cubierta de sangre, de arañazos causados por las ramas bajas de los árboles, cuando pasaba corriendo entre ellos.
Sollozando, con una enorme presión en el pecho, se mordía el labio inferior con tanta fuerza, que un fino hilo de sangre se deslizaba por su barbilla y se maldecía por haber acudido a esa maldita cita….
La sensación de asfixia se incrementaba sin dejarla respirar… En un momento dado, paró, ya no se oía nada… Nada, excepto su corazón, bombeando lentamente. La realidad, el dolor, todo se diluía a cámara lenta, hasta que al fin…, todo se tiñó de negro…
Dos horas antes...en la soledad de su habitación, frente al ordenador…leía perpleja aquel mensaje cargado de misterio, como todo lo que le rodeaba a él, que concluía con rotundidad…
-Necesito verte…Ven a “la casa del bosque”.
En el fondo seguía amándole… Terminar con aquella relación destructiva que había acabado con sus sueños de amor, había sido una dolorosa, pero necesaria decisión.
Pero…él quería volver a verla. Él regresaba con sus intrigas, sus problemas, su vida envuelta en drogas y alcohol, sus malas compañías, su adicción al juego…sin dar explicaciones, como siempre…
Cómo pudo enamorarse de alguien así…Ella…enamorada del peligro…
Cerró la pantalla del ordenador con la intención de olvidar ese mensaje, pero, instantes después, bajo el cálido contacto del agua de la ducha acariciando su cuerpo, intuyendo que aquello sería la peor de las ideas, decidió acudir…
Después de salir de la ducha se derrumbó en el pequeño sillón de su habitación. Era su lugar favorito, donde siempre que tenía problemas se acurrucaba para pensar. A pesar de haber decidido acudir a la cita, no podía dejar de preguntarse si estaría tomando una decisión equivocada.
Recuerdos de momentos dolorosos aparecían con fuerza. No había pasado tanto tiempo como para haber olvidado la última paliza que le dio, pero a pesar de todo, allí estaba ella, tomando una decisión que no sabía donde la llevaría. ¿O quizás si lo sabía?
Había algo que la enganchaba a él, y quizás por eso no le había costado tomar esa determinación, pero se sentía inquieta, quizás por esa urgencia que él le demostraba.
Se levantó bruscamente y abrió el armario. Se enfundó un par de vaqueros gastados por el uso, un cómodo suéter de lana de color negro y unas botas planas. Cogió su bolso y guardó el teléfono móvil. Sin pensárselo dos veces se encamino hacia la puerta.
Llegó a la calle y el aire fresco la recibió frenando la impulsividad con la que se había comportado momentos atrás. Instintivamente encendió un cigarrillo y expulsó lentamente el humo hacia arriba, como queriendo tranquilizarse, aliviar el sofoco y ordenar de nuevo todas esas contradicciones que envolvían su vida. Antes de coger el coche, quiso dar un paseo para valorar finalmente qué debía hacer. Tenía la boca seca, las manos temblorosas y esa sensación de intranquilidad como la que padecen los que están a punto de enfrentarse a una entrevista de trabajo. Volvían una y otra vez situaciones vividas en las que se había llenado de rabia, momentos en los que dijo basta, como la vez en la que se fue a otra ciudad sin avisarla y sin contestarle al teléfono. Se volvió loca averiguando donde estaba, pensando que algo malo le podía haber pasado, hasta que pasados unos días un amigo la informó de que ya no vivía allí. Y volvió a ella aquella sensación de tristeza, la misma que había sentido todas esas veces en las que se había querido alejar de él, pero sin lograrlo, porque siempre encontraba un camino para encontrarla, como si no pudiera tomar las riendas de sus propias decisiones. Esa era la contradicción que la volvía loca, por un lado había momentos en que tenía claro que no quería seguir con él, pero al instante siguiente sentía la necesidad de tenerlo, aceptar que iba a sufrir, revolcarse en el fango del sufrimiento, meter el dedo en la llaga otra vez hasta la siguiente, pidiendo compasión y dejando que el vidrio de la dignidad se reventase en mil pedazos. Y así estuvo andando durante un largo rato, sin ir a ninguna parte, debatiéndose en la duda de la vida y sus circunstancias, porque hay momentos en los que no hay ningún camino bueno.
En el mensaje que horas antes le había enviado sólo le pedía verse en la casa del lago, ni súplicas ni ruegos, ni tan siquiera algún motivo para ese encuentro pero ella había accedido sin plantearse que buscaba el hombre que tanto la estaba haciendo sufrir. Sin ver el peligro.
La casa del lago, como la habían bautizado hacía dos veranos, era una vieja cabaña perdida en ninguna parte que, por casualidad, habían encontrado una tarde en que ella, sumisa y enamorada, lo había acompañado de caza, otra de sus malsanas aficiones. Odiaba ver como descargaba su rabia sobre indefensos animales, pero como ahora, era incapaz de negarse a todo aquello que le pidiese.
Aparcó su coche en la cuneta, cogió su bolso y se adentró en el bosque. Si no recordaba mal, la casa se encontraba a unos dos kilómetros de allí, escondida entre la maleza que, con los años, se había adueñado de la zona, cuando el gobierno local había cerrado el coto de caza  presionado por grupos ecologistas. La luz de la luna se filtraba sobre las enmarañadas ramas de los árboles. Paraba tras dar cada paso porque el sonido de sus pies sobre el manto de hojarasca que había dejado tras de sí el crudo invierno la asustaba. Esperaba con ansiedad que el sonido de una lechuza o el aullido de un lobo desatara su pánico. A un lado y otro estaba rodeada de viejos árboles de troncos enfermos que no se resignaban a morir y de los cuales asomaban las primeras yemas.
Al fondo, en un claro del bosque, apareció la casa. La recordaba más grande; casi tanto como el suceso que la alejó de ella durante tanto tiempo. El tejado estaba invadido por el musgo y pudo apreciar que las tejas andaban algo sueltas. Avanzó lenta y con todo el sigilo que sus nervios le permitieron. Sacó el móvil pero no había cobertura; estaba realmente sola en aquel siniestro lugar. Él la había citado allí pero no veía coche alguno. Notó escozor en sus brazos y al rascarse sus manos se mancharon de sangre.
La puerta de la casa estaba entornada y algo vencida. Algo la sorprendió e hizo que se tapara la cara con las manos en un movimiento reflejo del que despertó cuando se dijo a sí misma que esto era la vida real y no una peli de terror. Volvió a mirar y ahí estaba su silueta tras una de las ventanas del piso superior; era como si los años no hubieran pasado por él. Desde abajo percibía aquella silueta con la misma intensidad y fortaleza que siempre había utilizado para someterla a todos sus caprichos y deseos venciendo así todo atisbo de voluntad que ella pudiera poseer. Lentamente empezó a subir cada peldaño de aquella vieja escalera de madera que no dejaba de crujir y quejarse ante cada una de sus pisadas, como pidiéndole a gritos que echara marcha atrás, que no siguiera avanzando; con cada nueva pisada iba enfrentándose a aquel singular Síndrome de Estocolmo que padecía desde hacía ya tantos años; no entendía por qué seguía enganchada a aquella historia que tanto la había hecho sufrir, no recordaba el punto en el cuál había perdido por completo su independencia, su autonomía y por ende las riendas de su vida.
Finalmente llegó al umbral de la habitación donde él se encontraba; con sus músculos flácidos parecía tenderle los brazos a la vez que sus ojos completamente abiertos parecían trasmitirle un mensaje. Todas aquellas imágenes que durante todo ese tiempo la habían atormentado dejaron de pasar a ritmo vertiginoso por su mente, como congelándose en aquel preciso instante. Se acercó a él y de puntillas consiguió acariciarle la cara mientras comprendía que ya nada podría hacerle, que todo, absolutamente todo quedaba cerrado, tan cerrado como le cerraba ahora mismo sus ojos mientras aquellas piernas fuertes y sin vida seguían suspendidas en el aire, a la vez que ella notaba como toda la presión y la dependencia se le escapaban para siempre por las puntas de sus dedos.

Gara&Calvarian&Ana&Beker&Seo&Joselop44&Rtuh

23 comentarios:

Más allá de los Sueños dijo...

Hoy os dejamos con un interesante relato en el que hemos participado todos los colaboradores del blog.
Saludos

✙Eurice✙ dijo...

Un canto a la muerte!
Como pasa la vida, para llegar al punto final.
Veo dificíñ escribir a dos, a más de dos, lo veo complicadisimo, pero habeis logrado un gran relato.
Enhorabuena a los siete.
Un saludo

José Luis López Recio dijo...

Ha sido un curioso experimento.
Saludos a todos

sara dijo...

Pues la verdad, os ha quedado fantástico!! Sois unos artistas!!

Me ha encantado, es real, duro, difícil, como la vida...

besos a todos de vuestra niña gallega

sara

beker dijo...

Conseguimos encajar las piezas; al principio me parecía una tarea complicada, pero al final lo valoro como una experiencia interesante. Un abrazo para todos

Seo dijo...

al final no nos ha salido tan mal el experimento

Laura Sánchez dijo...

A mí la presión siempre se me escapa entre los dedos, qué curioso :)

Me ha gustado, un placer leerte.

ODRY dijo...

Jolín con el experimento, me ha dejado sin palabras.
La verdad es que os ha quedado genial.

Un besazo a todos y felicidades.

Duna dijo...

Os felicito. Si vosotros no lo decís, no parece obra de varios autores. Habeis encajado las ideas como piezas de un puzzle bien hecho.

Un beso, amigos.

Higorca Gómez Carrasco dijo...

Un buen relato, maravilloso diría yo.
Saludos

Teresa dijo...

Como habéis conseguido, que cuando una comienza a leer, no pueda parar hasta el final, hay algo que te lleva, que te llama... quizás una experiencia parecida sin el mismo final.

Vivencias, muerte, destrucción, sin estima, amor, miedo, tristeza, morado, dolor...

Un fuerte abrazo a todos.
ღ°´¨)
¸.•´¸.•ღ°´¨) ¸.•ღ°¨)
(¸.•´ (¸.•`ღ° ..:¨¨ღ°¨ღ°teresaღ°¨ღ°¨ღ°

Amanecer* dijo...

Me parece fantástico el resultado del experimento. :)

El final, expectacular.

Os felicito, y os mando un besote.

Soñadora dijo...

Vaya reto escribir en equipo! Les ha quedado muy bien, y con un final liberador para la protagonista.
Felicitaciones!

Cele dijo...

El amor es ciego
se puede amar a quien no se debe
Quizas ahora quede liberada, quizas quede atrapada en esa dependencia ahora inexistente.
Buen relato con sorprendente final.
Un abrazo

aldhanax dijo...

Quedó hermoso! Increíble que lo hicieran entre todos es genial.
Besitos y felicitaciones a los autores de tan bello relato. :)

Deseo dijo...

Un suspiro

Panchu dijo...

Mantener la intriga y el suspence hata el final,con el inpacto final,buena historia saludos

apm dijo...

Felicidades a los siete, el relato es estupendo, estupendisimo de veras... lleno de ternura y de tensión y de suspense, intrigante hasta el final y, con un final inusual e inesperado... menudos siete magnificos estais hechos !artistazos!
Me ha encantao.

Siete besotes como siete soles de grandes

Marina-Emer dijo...

Y es que el amor Ana ,aparte de ser lo mas necesario para vivir es ademas lo mas bello para sentir que la vida no se va que esta ahi y del amor lo esperas todo menos la muerte.te espera siempre esta amiga en Espigas del alma donde guardo todo mi cariño a mis amigos.
besos
Marina

Anónimo dijo...

Precioso relato, sinceras felicidades a todos.

Ruth Carlino dijo...

Siete mentes diferentes y un solo texto, bonito experimento.

Besos.

Marina Filgueira dijo...

Hola: ¡Hermosísimo relato! Es curioso que a veces comience a leer otro cualquiera y me cuesta terminarlo… este sin embargo llegue al final con ansia. Y si, me gustó su final, por fin quedó liberada la muchacha- de una gran pesadilla, que bien pudiera ser una realidad- como tantas que suceden en esta vida, que siendo ésta hermosa, también es a veces injusta y con muchas contrariedades. Un abrazo de ésta gallega. Ser felices.

Alma Mateos Taborda dijo...

Un gran relato! Les ha salido hermoso, interesante y con un gran final. Me encantó. Excelente blog. Fue grato descubrir este espacio. Un abrazo y Felicitaciones a los "socios literarios". Un bello trabajo!